Mon, 23 Aug 2004 - Archivado en Televisión y espectáculos y Televisión y espectáculos
Hay un tipo de publicidad que me resulta tremendamente curiosa, son los publireportajes. Por ejemplo, tenemos los que podríamos llamar publireportajes "serios" como podrían ser los de la leche Pascual; en ellos normalmente aparece un señor afable vestido con bata blanca (una blancura digna de aparecer en un anuncio de Colón super-plús-ultra-mega-turbo-expréss, de lo que podríamos deducir que ese hombre, lo que és mucho mucho no trabaja) y que a menudo sostiene unas gafas en la mano mientras pasea apaciblemente, como si fuese ese profesor amable y paciente que todos hubiesemos querido tener.
Este señor con pinta de científico (lo cual aumenta su credibilidad) suele explicarnos cosas como el proceso de pasteurización de la leche o el sistema de envasado (conocimientos imprescindibles hoy en día, que por alguna oscura razón nuestros educadores omitieron en nuestra formación, porque ¿quién no ha necesitado alguna vez en casa pasteurizar algo?) Y es que gracias a estas perlas de la publicidad nos damos cuenta de que el objetivo de empresas como Pascual no es ganar dinero, sino velar de forma constante y altruista por nuestra salud (...)
Pero hay otros tipos de publireportajes, como los de aparatos de gimnasia. En ellos suelen aparecer personajes famosos como Chuck Norris, que te demuestran durante 20 o 30 minutos como un sensacional y revolucionario aparato (una tabla con unos palos metálicos y dos cuerdas) puede convertirnos en atletas olímpicos dedicando sólo 10 minutos al día... Increible! y lo mejor de todo es que luego se plega fácilmente y puedes guardarlo debajo de la cama, no ocupa espacio!!
En este tipo de anuncios suelen repetirlo todo una y otra vez, es más, yo diría que están montados de forma que se pueda hacer un bucle con ellos... aunque supongo que es porque a las horas que los emiten (suele ser de madrugada) nuestra capacidad de proceso de información está en poco más que mínimos...
Siguiendo la misma línea están los que nos muestran inventos y herramientas fantásticos disponibles sólo durante tiempo limitado, como cuchillos que pueden cortar zapatos y latas de refresco (algo imprescindible en cualquier hogar), máquinas de coser de bolsillo o revolucionarios sistemas para pelar patatas y zanahorias que harán nuestra vida muchisimo más fácil y agradable...
Y por último hay unos que aparecen sólo cada cuatro años y que suelen llevar mensajes tales como: "por una vida mejor" o "juntos iremos a más". Los responsables de estos anuncios no nos piden dinero, sino que les demos el poder de quitárnoslo ellos mismos y lo peor es que, normalmente, al final siempre se lo damos...
Mon, 16 Aug 2004 - Archivado en Cosas de la rana y Cosas de la rana
Una pregunta que me hago de vez en cuando es: ¿Qué tiene de especial una primera vez? Y me hago esa pregunta porque casi todo el mundo está predispuesto de forma natural a recordar con cariño y de una forma especial todas sus primeras veces... es algo que no acabo de entender ¿por qué?
Pongamos como ejemplo el primer cigarro. Los que hayan experimentado esa primera vez, sabrán que cuando la primera dosis de humo inunda nuestros pulmones se reciben varias sensaciones: miedo, ansiedad, ahogo y un gran picor en la garganta, que provoca interminables ataques de tos y a menudo, nauseas; en muchas ocasiones se le suma además un posterior mareo acompañado de sudor frío. Personalmente, yo no lo consideraría un momento memorable de mi vida... ¿por qué la gente recuerda siempre ese primer cigarro y no el número 57, que seguramente fué mucho mas agradable?
Luego está nuestro estreno con el alcohol. La primera ingesta de alcohol suele venir acompañada de la primera borrachera y ésta última, por mala que sea, sólo precede lo peor: la primera resaca. ¡Eso sí que es sufrir! Es como si el aire que hay alrededor de nuestra cabeza se hiciera denso, casi sólido, y apretase sin piedad ni descanso pero sin dejarnos perder el sentido...
Y es que por lo general, las primeras veces no suelen ser ni mucho menos las mejores, pero nosotros nos empeñamos en ensalzarlas y mistificarlas; miremos donde miremos esas primeras veces no suelen superar a las segundas y mucho menos a las vigesimoterceras... El primer día de clase: lo primero que hacen los niños el día que comprenden que su madre les abandonará en ese recinto que llaman guardería es... llorar desconsoladamente, por supuesto.
Sólo tenemos que pensar en nuestros primeros años de vida, es una etapa llena de primeras veces: la primera vez que vemos la luz, justo después de nacer, no contentos con habernos expulsado de nuestro pequeño y calentito refugio nos ponen boca abajo y nos azotan hasta hacernos llorar, la primera vez que acercamos un bebé al agua si pudiera nos sacaría los ojos, cuando aparece el primer diente, otra vez a llorar...
Y podríamos seguir: la primera vez que montamos en bicicleta sin las pequeñas pero humillantes ruedecitas auxiliares acabamos en el suelo y probablemente con magulladuras, el primer día de instituto lo más probable es que algun gracioso nos coloque algún mote o recibamos novatadas, el primer dia de trabajo... hmmm... bueno este para muchos puede que sea un caso especial, aquí no hay diferencias entre el primero y el último, símplemente no hay días buenos...
Y para acabar (por fín) hablaremos de las primeras relaciones sexuales... Esa "primera vez" suele venir rodeada de un halo de ternura; cuando alguien hace esa pregunta: ¿te acuerdas de tu primera vez? siempre la hace con una sonrisa, a veces incluso acompañada de un suspiro nostálgico. Pero la realidad es que "esa primera vez" no suele ser tan bonita... es una situación marcada por sensaciones como inexperiencia, timidez, miedo, verguenza y torpeza entre otras, porque que nadie me diga que salió airoso la primera vez que sus dedos tocaron el corchete de un sujetador (yo al final opté por comprar el curso a distancia de CEAC). Estamos ante un claro ejemplo de una actividad en la que mejoramos con el tiempo y la práctica, pero nuestra memoria se empeña en dejar grabada la primera vez...
Aunque eso sí, sobretodo en el caso del último ejemplo, la primera vez tiene algo bueno: que da paso a la segunda.
Thu, 05 Aug 2004 - Archivado en Cómo somos... y Cómo somos...
Últimamente se están destapando muchas declaraciones de políticos de este país las cuales no pueden ser calificadas con otro adjetivo que no sea el de mentiras.
Pero lo que me sorprende es que cuanto más lo pienso, más convencido estoy de que el problema es que vivimos en una sociedad basada en la mentira. Por ejemplo, sólo tenemos que fijarnos en las canciones que les enseñamos a los niños en edades en las que además, absorben cualquier información que tengan a su alcance:
Un elefante se balanceaba,
en la tela de una araña,
y como veía que no se caía,
fué a buscar a otro elefante.
Pero por favor... ¿le enseñamos eso al crío y luego dudamos de él cuando nos dice que no le han puesto deberes en el colegio? Lo extraño es que no nos diga que los deberes se los comió el elefante al salir del colegio! Y no queda ahí la cosa, además de las cancioncitas, durante toda su educación infantil les vamos soltando barbaridades tales como: "Si no te duermes vendrá el coco y te comerá" o "Pon el diente debajo de la almohada, que por la noche vendrá un ratón (que debe ser multimillonario) se lo llevará sin que te des cuenta y te dejará dinero a cambio"
¿Y qué decir de Santa Claus? Un anciano de melena blanca con un evidente sobrepeso y una fuerza sobrehumana (se coloca a la espalda un saco de proporciones descomunales como el que se coloca una toalla en el hombro) que vive en el polo norte y que usa como medio de transporte un viejo trineo de madera tirado por renos voladores, aparentemente capaces de desplazarse a velocidades superiores a la de la luz.
Después está la típica situación... en un momento de pasión en el lecho conyugal se abre la puerta y aparece recortada contra la luz del pasillo la silueta de un niño, que soñoliento pregunta:
- ¿qué le pasa a mamá? ¿porqué grita?
(y se alza una voz temblorosa que contesta)
- no pasa nada hijo... le estaba haciendo cosquillas.
(si claro, un martes a las 2 de la mañana... y encima respiramos tranquilos porque pensamos que el niño va y se lo cree)
Lo mejor de todo esto es que luego vamos y les decimos: "No hay que decir mentiras".
Si hay algo tan cierto como que el sol sale puntual todas las mañanas es que en ese momento, les hemos dado motivos más que justificados para que nuestros hijos nos crucen la cara; directamente, sin explicaciones. Y que conste que un servidor está totalmente en contra de cualquier tipo de violencia, pero es que la cosa se las trae...
Tue, 03 Aug 2004 - Archivado en Ver para creer y Ver para creer
Lleva por título ?Bonjour paresse? (Buenos días, pereza) y acaba de ser publicado en Francia. Su autora invita en sus páginas a hacer lo mínimo posible en el puesto de trabajo, ofreciendo incluso trucos para conseguirlo, como pasearse todo el día con carpetas bajo el brazo sin ningún tipo de finalidad pero ofreciendo la sensación de que se está haciendo algo útil para la empresa.
No me extrañaría nada que el libro se convirtiese rápidamente en un best-seller, aunque seguramente una gran parte de los compradores quedarían decepcionados con él, ya que no tendría nada que enseñarles. Porque, por lo menos en este país, hay verdaderos expertos en explotar ese tipo de comportamiento: son casi completamente inservibles. Yo diría incluso que es un arte... "El arte de no hacer nada".
Si lo pensamos no puede ser fácil ser totalmente improductivo, por ejemplo: ¿que pasa cuando suena el teléfono? nuestra respuesta natural (casi un reflejo) es contestar. Pues bien, habría que reprimir de forma constante ese instinto primario, ya que eso equivaldría a "hacer algo" por la empresa. Habría que tener cuidado hasta con lo que se dice, porque ¿y si alguien del departamento de márketing nos oye hablar y utiliza algo que hemos dicho para promocionar un producto?
Definitivamente tiene que ser algo vocacional; un completo vago no se hace, sino que nace siéndolo. Pensemos que ya desde pequeños, la mayoría desarrollan complejas técnicas para escabullirse de todo lo que pueda ser interpretado como una obligación: lavarse las manos, los dientes, las tareas domésticas y los deberes en el colegio, etc...
Personalmente, recomendaría a los que lean el libro y deseen aplicar sus técnicas que se refuercen con algún tipo de formación complementaria, hay que estar bien preparado antes de intentar convertirse en un completo vago... Un ejercicio que se me ocurre que podría ser útil sería comprar una pecera de esas de 30 centímetros de diámetro, meter dentro un pez de colores y realizar un estudio exhaustivo de su vida y costumbres.
Enlaces relacionados:
http://iblnews.com/noticias/08/112701.html