
Al parecer, todo el mundo está terriblemente preocupado por su estado de salud pero al mismo tiempo todo el mundo espera verlo aparecer por la ventana día tras día, agitando la manita y soltando un discursito que tranquilice sus almas (igual piensan que un poco de ejercicio le irá bien...)
Pero lo cierto es que las personas somos así, es como cuando nos ingresan en un hospital; mientras te encuentras perfectamente nadie se acuerda de tí (a no ser, claro, que tengas una segunda vivienda con piscina) pero en cuanto ingresas en el hospital tu habitación se llena de gente y aparecen familiares que ni conocías, es como si abrieras un paquete de donettes...
Por supuesto, al enfermo no le queda otra que sonreirles a todos y aceptar los bombones que seguramente no podrá comer, agradeciendoles que se hayan desplazado para averiguar como le queda esa ofensiva bata a la que algún desalmado sastre, seguramente enemigo acérrimo de las cremalleras, decidió dotar de esa generosa ventilación posterior.
Y es que las personas podemos ser muy egoístas y desconsideradas, porque si a nosotros en una situación de convalecencia, nos podría llegar a molestar un pequeño grupo de personas más o menos allegadas ¿cómo debe sentirse ese pobre hombre con miles de desconocidos, la mayoría presa del fanatismo y apostillados debajo de su ventana gritando su nombre? Yo creo que, si el domingo hubiese conseguido hablar, en lugar de "Urbi et Orbi" más bién habría dicho "un poquito de por favor, hombre... que ya esta bien"